“EL RIESGO DE HACER ANTROPOLOGIA”
Percy J. Paredes Villarreal
Hacer
antropología o etnografía, no es cosa fácil; implica mucho riesgo cuando
realizamos trabajo de campo particularmente al momento de hacer observación o
en otros casos realizar observación participante; ya que nos permite
desplazarnos a otros lugares o territorios que para nosotros es totalmente
desconocido, y en muchos de los casos tenemos que pernoctar varios días en
dichos lugares para recolectar la información de acuerdo al tema que se está
investigando.
Del mismo
modo, la convivencia que se genera con los sujetos a quienes se estudia, en los
inicios no son del agrado y en muchos de los casos puede presentarse actos de
violencia (física, psicológica, sexual o económica), secuestro, trata, etc.
A lo largo de
mi experiencia profesional en algunos casos he sido participe de una serie de
agresiones a los que hacíamos trabajo de campo; en otros casos recibíamos
amenazas, etc. Pero lo más importante e interesante era saber manejar y
utilizar estrategias, metodologías, acciones que permitían ser aceptados en un
determinado espacio territorial, comunidad o lugar donde algunas familias nos
aceptaban; de esa manera continuábamos con las investigaciones y culminar lo
que uno había iniciado.
En otros casos,
tratábamos de hacernos amigos de algunas personas que vivían en la comunidad;
buscábamos en todo momento evitar ser objeto de algún tipo de daño físico o
mental, por parte de los habitantes. Teniendo esa seguridad comenzábamos a
frecuentar el lugar, hasta llegar a la amistad y realizar las entrevistas,
conversaciones, observaciones, etc.
Tuve la
oportunidad de conformar un equipo de trabajo con enfoque de género, donde
iniciamos el primer estudio de investigación antropológica referido a las
“Pandillas Juveniles, en la parte alta de la Esperanza”, donde teníamos que
hacer campo, y en algunas ocasiones realizar entrevistas a algunos jóvenes
pandilleros que, por su vestimenta, y lenguaje, el uso de jergas y las formas
de vestir, reflejaba cierto temor en algunos de los que hacíamos investigación.
Recuerdo que
uno de los jefes de uno de los grupos se había enamorado de una de las
compañeras, y que lo comenzaba acosar, por lo que tuvimos que retirarla
temporalmente del trabajo de campo; a pesar de ello, los jóvenes preguntaban
por ella, llegando al extremo de identificarla y saber sobre su paradero y sus
movimientos.
Muchos de
estos jóvenes provenientes de familias disfuncionales, contraculturales, y
agresivos era lo que predominaba en una ciudad que comenzaba a construirse bajo
paradigmas violentos y agresivos, ya que el terrorismo y la guerra sucia que vivió
nuestro país en aquellos tiempos, se había trasladado a los territorios de los
hemisferios de la ciudad de la eterna primavera fortaleciéndose la violencia
social. Esto implicó la constitución de grupos de jóvenes que peleaban y
defendían sus territorios y sus identidades, donde los trofeos de guerra eran
la muerte de algunos de sus adversarios.
Lastimosamente
estas investigaciones no la continuamos, porque hubiese sido muy interesante
entender la violencia, el sicariato, la trata, etc., que predomina en la ciudad
trujillana. Dándole una mirada antropológica a estos problemas que se vive en
la actualidad.
Luego
conformamos un grupo de compañeros/as para estudiar la “música chicha”, y su
relación con los espacios informales. Un estudio muy interesante que nos
permitió articular este género musical con la economía informal y con los
territorios de alto riesgo. Se culminó el estudio; pero en mi caso continúe
estudiando este tema relacionándolo con la migración andina, con el
empoderamiento de los diversos actores preferente migrantes, y construyéndose
un sistema articulado e interconectado.
Posteriormente,
una amiga me pidió que lo apoye en un estudio de investigación sobre la
prostitución infantil en la ciudad de Trujillo, haciendo uso de la “observación
participante", nos habíamos puesto de acuerdo en donde íbamos a ubicarnos,
identificar a las adolescentes, y también ingresar al tema de la antropología
psicológica; pero el jurado le exigió cambiar su investigación por un tema más
conservador y tradicional. Lastimosamente, no lo continuamos y acepto la
decisión del jurado optando por otro tema.
Este problema
actualmente se ha expandido y ampliado para dar lugar no tan solo a ello,
también a la trata de niños, niñas y adolescentes con fines de explotación
sexual; o la violencia sexual a niñas que han generado embarazos adolescentes y
que, en muchos de los casos, ante la falta de análisis antropológico, muchos de
estos agresores son liberados o tienen sentencias leves, por parte de los
órganos jurisdiccionales.
En aquel tiempo,
hubieron algunos colegas antropólogos, que sufrieron agresiones físicas,
asaltos, robos, disparos, o fueron asesinados en otros lugares del país y del
mundo, por hacer antropología. Por estudiar a los otros y a las otras.
Y es que
muchos de los que amamos la antropología, nos involucramos en estudiar a los
otros, con el fin de conocer su diversidad, sus usos y costumbres, su comunidad
o su territorio lleno de conflictos y de violencia; llevándonos a entender e
interpretar estas realidades micro, para proponer alternativas de solución.
Eso es lo que
nos diferencia de otras disciplinas dentro de las ciencias sociales; como
también de aquellos y aquellas colegas que les gusta el confort, la
tranquilidad y la vida rutinaria. Y que, en muchos de los casos no se arriesgan;
porque desde la universidad no promueven la antropología, mucho menos la
etnografía, ni el trabajo de campo.
Al momento de
egresar, la carrera profesional de la antropología, nos lleva a tener tres
opciones: Primero, realizar investigación que muy poco es lo que se hace, o se
difunde particularmente en el norte de nuestro país que es un territorio con
múltiples problemas pero que prefieren recoger los aportes y opiniones de otras
profesiones no antropológicas que opinan sobre cultura, comportamientos,
violencia, etc. Y en otros casos, vienen colegas de otros lugares del país y
del mundo a realizar investigaciones, por nosotros.
Segundo,
desarrollar la profesión dentro de instituciones públicas, privadas y ONG, que
en algunos casos no hacen, ni opinan, mucho menos generan cambios
socioculturales; este se debe a la pobre formación, el poco trabajo de campo, o
la negativa de desplazarse a lugares alejados de la ciudad, particularmente en
la zona andina; y convivir con las comunidades.
Tomo como ejemplo la oportunidad de trabajar
en algunos programas sociales en la región de la libertad, y del 100% de
profesionales que laboraban había menos del 5% de antropólogos, que en su
mayoría eran de mi generación, el resto estaba cubierto por psicólogos/as,
enfermeras/as, educadores/as, ingenieros/as, etc.
A veces me
preguntaba o conversaba con algunos colegas de la misma institución o con
algunos egresados y me respondían, que no les gustaba hacer trabajo de campo,
ni trasladarse a lugares alejados, mucho menos convivir con estas comunidades
por el temor a perderse, ser asaltado, o ser violentados; para estos nuevos
antropólogos era algo riesgoso trabajar en las zonas altoandinas. Algunos de
ellos preferían trabajar en la ciudad
Eso lo pude
corroborar cuando tuve la oportunidad de enseñar en la universidad, solamente
me aceptaron tres semestres, dos en Trujillo y otro fuera de esta, luego me botaron
porque no pertenecía a ningún de los tres grupos de poder que en ese momento se
habían fraccionado tras el ascenso de su líder a niveles nacionales.
De estos tres
semestres el primero enseñé en otras escuelas, particularmente en: Ingeniería
Agrícola, Industrial, Derecho, Ciencias de la Comunicación; el siguiente ciclo
me dieron con mucho temor cursos en las escuelas de: Políticas Públicas, Arqueología,
Historia, y antropología, en este último fueron alumnos del 5to ciclo; y en el
tercero fue en el Valle de Jequetepeque, donde logré enseñar en las escuelas de
Ingeniería Mecánica, Trabajo Social, Ingeniería Industrial. Con todas las
escuelas pude realizar trabajo de campo y etnografía, menos con los de
antropología cuyos alumnos se oponían hacer trabajo de campo porque aducían que
“Nunca habían hecho etnografía, ni tampoco habían salido a campo”, a pesar de
la insistencia no tenían esa voluntad de ser antropólogos.
Y, por
último, está el dedicarse a otro oficio que trabajar como antropólogos; donde
muchos optan por la docencia en los diversos niveles de la educación (inicial,
primaria, secundaria, superior y universitario), otros aparte de haber
culminado los estudios de antropología, siguen alguna especialización en
sociología, educación, derecho, o ingeniería. En ese aspecto, hacen uso de la
antropología como insumo y complemento que les permite manejar la parte
cualitativa, o la organización, plantear estrategias etc.
En el año de
2019, en un trabajo anterior me pidieron realizar dos estudios uno referido a
las invasiones y su articulación con el “Crimen Organizado”; particularmente, en
zonas donde los conflictos de terrenos se resolvían a través de la liquidación
de sus oponentes. El segundo estuvo referido a los temas de los “Cupos a las
empresas constructoras encargadas de ejecutar las obras en los gobiernos
locales”, y por último estuvo referido a los “Robos de Celulares” y sistema de
articulación con el “Crimen organizado. Posteriormente, por mi cuenta en el año
2022, realice etnografía referido a la “Economía Burbuja”, al “Tema de la Economía
Informal de Mercado”, “El sistema de préstamo informal”, “movimientos sociales
indígenas” y en estos últimos meses he realizado etnografía referido al “Robo
Sutil” relacionado con el “pepeo”; teniendo como lugares o territorios a zonas
muy violentas.
Todos estos
estudios, los he registrado, y han sido producto de trabajos de campo, de
entrevistas y observación y en algunos de ellos mediante la “Observación Participante”,
para darle una interpretación antropológica que podría permitir diseñar
políticas públicas vinculadas a lo que en estos tiempos se le denomina la
delincuencia globalizada y sistemática.
Obviamente,
que realizar estos estudios demanda un riesgo, que en cierta forma ha sido
asumido por el investigador; ya que, en muchos de los casos se ha sufrido una
serie de agresiones, violencia física, pepeo, asaltos, robos, etc.
A veces me
falta tiempo, para sentarnos y comenzar a sistematizar la información empírica
que se tiene, producto del trabajo de campo; también revisar algunos estudios
antropológico referido a estos temas, que es muy escasa. Pero también es muy
alentador e interesante estudiarlos porque te vas compenetrando con el tema, y
con las personas que se encuentran inmersas en estos temas. En un primer
momento te rechazan, pero luego se van ablandando y comienzan a aceptarte,
luego pláticas sobre el tema llegando a conversar sobre su vida, sus
actividades, etc.
Por eso,
hacer antropología no es algo sencillo y fácil, por el contrario, tiene riesgos
que uno como profesional debe evaluar y tomar la decisión; de lo contrario nos
convertimos en profesionales de dictado y transmisores de información de los
libros que leen; o trabajamos por un sueldo, haciendo de nuestra profesión una
vida mecánica y conformista.
A la antropología
hay que amarla, vivirla y darles sentido a nuestras vidas, a nuestras
relaciones sociales; considero que no me ha llegado mi momento. Pero sigamos
estudiando a los otros.