CHOQUE CULTURAL
Por: Percy J. Paredes Villarreal
Recientemente tuve la oportunidad de conversar con una gran
mujer de 80 años; que a pesar de su edad, sigue trabajando y batallando en este
mundo neoliberal y consumista. Conversamos de muchas cosas; me impresiono
tanto, al usar conceptos y categorías económicas, a pesar de no ser una mujer
profesional, pero su constante relación con la lectura y con muchas
personalidades de la política y del ámbito empresarial, le ha permitido tener
un lenguaje muy sólido, fluido y pulcro.
Esta gran mujer, de nacimientos casagrandina, con una familia
conformado por 6 hermanas; su padre nació en Contumaza y su Madre de Cascas;
ambos territorios son cercanos pero con una gran rivalidad ancestral; los dos hijos
mayores nacieron en Cascas; las dos siguientes en Ascope y las dos últimas en
la Hacienda. De muy joven sus padres se trasladaron a Ascope donde se instalaron por un
determinado tiempo, hasta que su padre comienza a trabajar en la Hacienda, por
lo que tuvieron que trasladarse a dicho campamento.
En Casagrande, su madre comenzó a trabajar vendiendo comida,
allí aprendieron todas las hijas el arte culinario; tenía un restaurante en el
mercado y posteriormente abrieron otro en su casa donde tenían su clientela
dando atención en desayuno, almuerzo y cena, a cerca de 80 trabajadores de la
ex hacienda casagrandina. Es allí donde aprende a cocinar.
Actualmente, ella es casada con un mochero, con quien se
conocieron cuando ella trabajaba como técnica de enfermería en el hospital Belén
y él era chofer del jefe del Hospital de dicho nosocomio. Producto de esa
relación, tuvieron cuatro hijos (dos mujeres y la otra mitad varones), todos
ellos son profesionales, 3 son casados y viven independiente; el soltero vive
conmigo.
María, me comentaba que cuando se conoció con su esposo, las
familias de ambas partes, no estaban de acuerdo; es más, existía una gran
diferencia social, económica y cultural; ya que, ella provenía de una familia
dedicada al comercio y a la actividad económica permanente; donde sus padres
desde muy pequeña la inculcaron el valor del trabajo. Mientras que la familia
de su esposo eran agricultores, dedicado a las actividades del campo, donde las
costumbres y tradiciones mocheras estaban muy arraigado en la familia de su
esposo.
Como ella me decía, “…
en Casagrande yo vivía con mis padres, mi mamá se dedicaba al negocio de la
comida, tenía 80 comensales quienes lo atendían con el desayuno, almuerzo y
cena; por lo tanto, mi madre tenía una buena sazón; mientras que mi padre se
dedicaba a la agricultura, trabajando para la empresa.
Yo estudie la primaria
en Casagrande, posteriormente me fui a estudiar a Trujillo la secundaria y
luego estudie una carrera técnica en enfermería; ingrese a trabajar en el
hospital Belén, donde conocí a mi esposo que es mochero, él trabajaba como
chofer, nos casamos y tuvimos 4 hijos (2 mujeres y 2 varones), 3 tienen
compromiso y uno es soltero que vive conmigo; siendo casada deje de trabajar en
el hospital, dedicándome a mis hijos.
En aquel entonces en
Casagrande se tenía agua, desagüe, electrificación, había mucho respeto hacia
los adultos, a los familiares, etc.; mientras que en moche, no había agua
potable, ni luz eléctrica, los servicios básicos no se tenía; por lo que, la
gente se iba al campo a hacer sus necesidades;
moche era una comunidad muy atrasada en comparación a Casagrande, que
debido a su industrialización estaba en mejores condiciones de vida”.
De acuerdo al dialogo
coloquial que tuvimos, ella me comentaba las grandes diferencias
sociales, económicas y culturales existentes entre estos dos lugares; mientras
que en Casagrande la influencia de la industrialización, donde los moradores se
dedicaban al trabajo en el campo y en la fábrica, trabajaban para el hacendado,
percibían un sueldo y también contaban con una vivienda, con una atención en
educación, salud y alimentación; este lugar era un campamento, ya que estaba
cerrado y no podían ingresar cualquier personas. En cambio en moche todo era
diferente, una comunidad tradicional donde vivían parceleros dedicado al
cultivo del pan llevar, lo que producían
era llevado al mercado trujillano para su respectiva venta. De preferencia era
leche, hortalizas, frutas, entre otros.
Moche, en aquel entonces adolecían de necesidades básicas
como: agua potable, desagüe, electrificación, entre otros. Sus necesidades lo
realizaban en el campo, había un predominio de la carreta jalado por un animal
(burro), la pista no estaba asfaltado y las viviendas eran de adobe con barro,
con techo de estera.
Ambas comunidades eran tradicionales, basado en un modelo
endógeno; donde la presencia de personas ajenas a la comunidad, a sus
costumbres y tradiciones, es decir a su cultura, no eran aceptados rápidamente;
eran considerados como extraños, y no permitían una relación con alguno del
lugar (hombres o mujeres). Por lo tanto, había un fuerte maltrato.
“Desde el momento que
conocí a mi esposo, nos enamoramos y comenzamos a estar juntos; pero, tanto sus
padres de él como los míos, no aceptaban esta relación, porque ambos teníamos
diferentes costumbres; por decir, a mi suegra no le gustaba que yo trabaje o
tenga amigas que me visiten; se molestaba, no le gustaba que salga a fiestas
con mi esposo; quería que este encerrada y metida en la casa, mientras que mi
esposo debe trabajar y mantenerme. Pero a mí no me gustaba eso, por lo que
siempre peleaba con mi suegra.
Eso le ardía a mi
suegra, porque siempre le respondía no me dejaba que me griten o me maltraten;
ella se molestaba y en todo momento le reclamaba a su hijo con quien se había
casado, con una serrana; a mí me decían serrana y yo les decía mugrientos y así
nos tratábamos. Yo también tenía mi carácter y en todo momento me gustaba
trabajar, cocinaba, vendía comida, y ella se molestaba.
Recuerdo que una vez
salí con mis hijos a vender comida, y al regresar mi suegra le había puesto
candado a la puerta, por lo que no podía ingresar a la casa, tuve que esperar
que venga mi esposo de trabajar para que hablara con su madre y me abriera la
puerta.
Llego un momento que la
desesperación y la cólera me llevó a querer salirme de la casa e irme a
Casagrande; ya que la actitud de su familia de mi esposo era contra mí por ser
de otro lugar. Mientras que las esposas de mis cuñados eran de moche, el trato
era totalmente diferente, había una relación muy distante conmigo.
A mí, me veían como un
bicho raro, como una persona diferente a ellos, por mi color, por mi manera de
vestirme (las casagrandinas nos caracterizamos por vestirnos bien, y
elegantemente, así no tengamos que comer, siempre aparentando las cosas) y mi
actitud emprendedora y de trabajo.
A pesar de ello, tuve
que batallar, trabajar y dedicarme a mis hijos, porque no tenía el apoyo de mis
suegros; asimismo mi madre, no me apoyaba, por el contrario me decía que yo
había tomado esa decisión y tenía que sufrir para salir adelanta, trabajar y
vivir bien.
De esa manera, podemos encontrar a dos familias ubicados en
diferentes lugares, con dos tipos de conductas, costumbres y comportamientos
diferentes; con patrones culturales antagónicos, donde la crianza y educación
ha diferenciado a ambas familias; por lo tanto, en este ejemplo podemos
identificar un choque cultural que va a permitir entender otros conceptos y
categorías antropológicas …..
(continuara).
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