lunes, 2 de noviembre de 2015

CHOQUE CULTURAL

Por: Percy J. Paredes Villarreal

Recientemente tuve la oportunidad de conversar con una gran mujer de 80 años; que a pesar de su edad, sigue trabajando y batallando en este mundo neoliberal y consumista. Conversamos de muchas cosas; me impresiono tanto, al usar conceptos y categorías económicas, a pesar de no ser una mujer profesional, pero su constante relación con la lectura y con muchas personalidades de la política y del ámbito empresarial, le ha permitido tener un lenguaje muy sólido, fluido y pulcro.

Esta gran mujer, de nacimientos casagrandina, con una familia conformado por 6 hermanas; su padre nació en Contumaza y su Madre de Cascas; ambos territorios son cercanos pero con una gran rivalidad ancestral; los dos hijos mayores nacieron en Cascas; las dos siguientes en Ascope y las dos últimas en la Hacienda. De muy joven sus padres se trasladaron  a Ascope donde se instalaron por un determinado tiempo, hasta que su padre comienza a trabajar en la Hacienda, por lo que tuvieron que trasladarse a dicho campamento.

En Casagrande, su madre comenzó a trabajar vendiendo comida, allí aprendieron todas las hijas el arte culinario; tenía un restaurante en el mercado y posteriormente abrieron otro en su casa donde tenían su clientela dando atención en desayuno, almuerzo y cena, a cerca de 80 trabajadores de la ex hacienda casagrandina. Es allí donde aprende a cocinar.

Actualmente, ella es casada con un mochero, con quien se conocieron cuando ella trabajaba como técnica de enfermería en el hospital Belén y él era chofer del jefe del Hospital de dicho nosocomio. Producto de esa relación, tuvieron cuatro hijos (dos mujeres y la otra mitad varones), todos ellos son profesionales, 3 son casados y viven independiente; el soltero vive conmigo.

María, me comentaba que cuando se conoció con su esposo, las familias de ambas partes, no estaban de acuerdo; es más, existía una gran diferencia social, económica y cultural; ya que, ella provenía de una familia dedicada al comercio y a la actividad económica permanente; donde sus padres desde muy pequeña la inculcaron el valor del trabajo. Mientras que la familia de su esposo eran agricultores, dedicado a las actividades del campo, donde las costumbres y tradiciones mocheras estaban muy arraigado en la familia de su esposo.

Como ella me decía, “… en Casagrande yo vivía con mis padres, mi mamá se dedicaba al negocio de la comida, tenía 80 comensales quienes lo atendían con el desayuno, almuerzo y cena; por lo tanto, mi madre tenía una buena sazón; mientras que mi padre se dedicaba a la agricultura, trabajando para la empresa.

Yo estudie la primaria en Casagrande, posteriormente me fui a estudiar a Trujillo la secundaria y luego estudie una carrera técnica en enfermería; ingrese a trabajar en el hospital Belén, donde conocí a mi esposo que es mochero, él trabajaba como chofer, nos casamos y tuvimos 4 hijos (2 mujeres y 2 varones), 3 tienen compromiso y uno es soltero que vive conmigo; siendo casada deje de trabajar en el hospital, dedicándome a mis hijos.

En aquel entonces en Casagrande se tenía agua, desagüe, electrificación, había mucho respeto hacia los adultos, a los familiares, etc.; mientras que en moche, no había agua potable, ni luz eléctrica, los servicios básicos no se tenía; por lo que, la gente se iba al campo a hacer sus necesidades;  moche era una comunidad muy atrasada en comparación a Casagrande, que debido a su industrialización estaba en mejores condiciones de vida”.

De acuerdo al dialogo  coloquial que tuvimos, ella me comentaba las grandes diferencias sociales, económicas y culturales existentes entre estos dos lugares; mientras que en Casagrande la influencia de la industrialización, donde los moradores se dedicaban al trabajo en el campo y en la fábrica, trabajaban para el hacendado, percibían un sueldo y también contaban con una vivienda, con una atención en educación, salud y alimentación; este lugar era un campamento, ya que estaba cerrado y no podían ingresar cualquier personas. En cambio en moche todo era diferente, una comunidad tradicional donde vivían parceleros dedicado al cultivo del pan llevar,  lo que producían era llevado al mercado trujillano para su respectiva venta. De preferencia era leche, hortalizas, frutas, entre otros.

Moche, en aquel entonces adolecían de necesidades básicas como: agua potable, desagüe, electrificación, entre otros. Sus necesidades lo realizaban en el campo, había un predominio de la carreta jalado por un animal (burro), la pista no estaba asfaltado y las viviendas eran de adobe con barro, con techo de estera.

Ambas comunidades eran tradicionales, basado en un modelo endógeno; donde la presencia de personas ajenas a la comunidad, a sus costumbres y tradiciones, es decir a su cultura, no eran aceptados rápidamente; eran considerados como extraños, y no permitían una relación con alguno del lugar (hombres o mujeres). Por lo tanto, había un fuerte maltrato.

“Desde el momento que conocí a mi esposo, nos enamoramos y comenzamos a estar juntos; pero, tanto sus padres de él como los míos, no aceptaban esta relación, porque ambos teníamos diferentes costumbres; por decir, a mi suegra no le gustaba que yo trabaje o tenga amigas que me visiten; se molestaba, no le gustaba que salga a fiestas con mi esposo; quería que este encerrada y metida en la casa, mientras que mi esposo debe trabajar y mantenerme. Pero a mí no me gustaba eso, por lo que siempre peleaba con mi suegra.

Eso le ardía a mi suegra, porque siempre le respondía no me dejaba que me griten o me maltraten; ella se molestaba y en todo momento le reclamaba a su hijo con quien se había casado, con una serrana; a mí me decían serrana y yo les decía mugrientos y así nos tratábamos. Yo también tenía mi carácter y en todo momento me gustaba trabajar, cocinaba, vendía comida, y ella se molestaba.

Recuerdo que una vez salí con mis hijos a vender comida, y al regresar mi suegra le había puesto candado a la puerta, por lo que no podía ingresar a la casa, tuve que esperar que venga mi esposo de trabajar para que hablara con su madre y me abriera la puerta.

Llego un momento que la desesperación y la cólera me llevó a querer salirme de la casa e irme a Casagrande; ya que la actitud de su familia de mi esposo era contra mí por ser de otro lugar. Mientras que las esposas de mis cuñados eran de moche, el trato era totalmente diferente, había una relación muy distante conmigo.

A mí, me veían como un bicho raro, como una persona diferente a ellos, por mi color, por mi manera de vestirme (las casagrandinas nos caracterizamos por vestirnos bien, y elegantemente, así no tengamos que comer, siempre aparentando las cosas) y mi actitud emprendedora y de trabajo.

A pesar de ello, tuve que batallar, trabajar y dedicarme a mis hijos, porque no tenía el apoyo de mis suegros; asimismo mi madre, no me apoyaba, por el contrario me decía que yo había tomado esa decisión y tenía que sufrir para salir adelanta, trabajar y vivir bien.


De esa manera, podemos encontrar a dos familias ubicados en diferentes lugares, con dos tipos de conductas, costumbres y comportamientos diferentes; con patrones culturales antagónicos, donde la crianza y educación ha diferenciado a ambas familias; por lo tanto, en este ejemplo podemos identificar un choque cultural que va a permitir entender otros conceptos y categorías antropológicas ….. (continuara).

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio