LA ANTROPOLOGIA FRENTE A LA VIOLENCIA TERRORISTA
Por: Percy J.
Paredes Villarreal
El 10 de Septiembre del presente
año falleció uno de los máximos líderes de la organización política terrorista
en nuestro país, Abimael Guzmán; el cual en los últimos tiempos había pasado
desapercibido en el acontecimiento político. Pero, como siempre, la derecha
aprovecha la coyuntura para maximizar el accionar de esta organización política
dogmática que causo mucho daño material, económico y pérdidas humanas, así como
también lo hicieron las Fuerzas Armadas y Policiales en nuestro país.
Nuestro país ha vivido una etapa
sangrienta, de muertes, desplazamiento forzado, violación a los derechos
humanos; del mismo modo, durante esta etapa nefasta, desde el parlamento, se
conformaron y crearon una serie de comisiones para investigar actos de
violencia, particularmente en las zonas donde no había presencia del Estado,
como fueron las comunidades andinas, indígenas.
En estos lugares hubo múltiples
acciones que trajeron graves consecuencias como etnocidios, genocidios,
matanzas, desapariciones forzadas, generadas por parte de los grupos
terroristas como también por la Fuerza Armada y policiales.
Estas acciones terroristas,
aparecieron el 17 de mayo de 1980
teniendo como distrito Chuschi en Ayacucho, durante el proceso electoral para
elegir a nuestras autoridades ediles; dando inicio a su supuesta revolución
armada, cuyas consecuencias fue la pérdida de más de 60 mil peruanos, de las
cuales la mayoría fueron hombres y mujeres de las diferentes edades, adultos,
niños y niñas, provenientes de las zonas andinas, quechuas, etc.
El accionar iniciado por los
seguidores de Abimael Guzmán, no tan solo se quedaron en este lugar, se expandieron
por todo el país; para lo cual tuvieron en las Universidades, en los docentes,
en las organizaciones sociales y gremiales, los espacios para reclutar y controlar las dirigencias de estos organismos.
La finalidad de estos grupos fue tener presencia y realizar acciones políticas y terroristas a
favor de su organización política.
Sobre “Sendero Luminoso” y el Camarada “Gonzalo”,
se han realizado investigaciones y escrito mucho, desde diversos puntos de
vista o enfoques. En el aspecto antropológico, particularmente uno de los más
destacados estudiosos fue Carlos Iván de
Gregory; quien escribió sobre este tema tomando como fuente y centro de investigación
la región de Ayacucho; además de formar
parte de la “Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional”, organismo
encargado de investigar los sucesos acaecidos en nuestro país durante el
periodo de terrorismo y guerra sucia.
Del mismo modo, lo hicieron
Enrique Mayer y Fernando Fuenzalida, que formaron parte de la Comisión
Investigadora para ver el caso de “Uchuraccay”, que fue presidido por el nobel
escritor Mario Vargas Llosa.
En el Norte del Perú,
particularmente en la Región de La Libertad, también ocurrieron algunas
acciones terroristas y guerra sucia, en
la zona costeña y también lo hubo en el ande liberteño. Lastimosamente desde
las ciencias antropológicas no existen estudios referido a este tema, siendo
ignorado por la escuela profesional o por temor, no se realizaron investigaciones
respecto a la violencia terrorista en estos territorios.
Aún recuerdo que siendo
estudiante de Antropología en la Facultad de Ciencias Sociales; llegaban
algunos cuadros de políticos de esta agrupación proveniente de Lima, quienes ingresaban
a las aulas y generaban debates ideológicos y filosóficos. Muchos de nosotros
aprovechábamos los espacios para discutir, debatir y cuestionar el proceder de
SL el cual nunca compartíamos ni tampoco estábamos de acuerdo con su accionar.
En aquellos años, cuando la
Universidad Nacional realizó un intercambio académico, donde vinieron
estudiantes españoles, uno de ellos era sociólogo que llego con el interés de
conocer y estudiar la violencia política en la zona andina de nuestra región.
Nyler Segura, y otros docentes
más, me llamaba para apoyarlos en
algunas salidas de campo; el profesor me pidió que acompañara a uno de los españoles
que había venido como intercambio académico, para realizar etnografía y
observación directa; en una ocasión le reclame al profesor Nyler diciéndolo y
porque no van sus alumnos que caminan con usted, el me respondió diciéndome: “…
esos son unos maricones, se orinan, y no están preparados para hacer
antropología aplicada; así que anda tu sino te jalo…”. De esa manera tuve que
aceptar la imposición del profesor.
Stevens, era su nombre del
sociólogo español, desde que nos conocimos conversamos mucho sobre este tema, hicimos
algunas salidas de campo; encontré en él ese interés por conocer la violencia
terrorista en la zona andina. Eso me entusiasmo a seguir con este tema, pude
recopilar mucha información etnográfica, que
recogi en algunas observaciones y entrevistas realizadas en aquellos
tiempos.
Posteriormente, al egresar de la
universidad tras varios años de trabajar en la zona costeña y luego de retornar
del exterior, decidí ir a trabajar a la zona andina de la libertad; paralelo a
mi trabajo en gestión pública local, comencé a conectarme con muchas
comunidades andinas, el cual me dio la oportunidad de recoger una serie de
testimonios y anécdotas de muchas personas que habían sufrido actos violentos tanto de Sendero Luminoso
como de las fuerzas Policiales y Armadas, que fueron plasmado en un artículo
que escribí hace mucho tiempo atrás.
Esos testimonios expresado y descrito
por algunos familiares de las víctimas, que en aquel entonces eran muy jóvenes
fueron muy desgarradores; ya que presenciaron acciones violentas realizado por
ambos sectores, que en muchos de los
casos no fueron recogido por la “Comisión de la Verdad y Reconciliación”; ya
que nunca llegaron a estos lugares para escuchar los testimonios.
Del mismo modo, recuerdo en una
ocasión en que se realizó una audiencia sobre el tema de la violencia en dicha
provincia, pude escuchar muchos testimonios,
de hijos, sobrinos y familiares, que comenzaron a relatar de cómo detenían a
sus familiares, los secuestraban, o los asesinaban en presencia de sus padres,
o en plena plaza de armas.
En aquellos años, había conocido
a una señora mayor de edad, que se dedicó a defender los derechos humanos de
muchas personas y familias víctimas de la violencia terrorista y de las fuerzas
del orden; todo el tiempo, esta mujer se dedicaba a denunciar a la opinión pública, a las personas inocentes
que habían sido detenidas, muchas de ellas desaparecían de los puestos
policiales y de los cuarteles, que en aquel entonces existía en estas zonas. En
algunos casos su voz era escuchado, como en otros casos era ignorado; a pesar
del acoso político, que recibía ella nunca bajo la guardia ni tampoco se mostró
indiferente ante los actos de violencia
existentes en estos lugares.
Hubiese sido muy importante e
interesante que los antropólogos nos hubiésemos involucrados en estudiar e
investigar estos temas que sucedieron hace muchos años en nuestra región; de esa manera tener noción de estos
acontecimientos, hacer etnografía y describir las consecuencias e impacto de la
violencia política en estas zonas, contar con testimonio de las víctimas que
mucho o muchas de ellas y ellos, eran
personas provenientes del ande liberteño, familias campesinas, poblaciones
andinas, que tuvieron migrar a la costa para evitar ser asesinado,
desaparecidos o desplazados.
A veces, sigo pensando que
lastimosamente la formación antropológica ha sido más localista, trujillanista,
urbanista, que solamente se ha dedicado a describir los problemas de Trujillo,
dejándose de lado muchos acontecimientos, hechos socioculturales, problemas en
los diversos lugares del territorio
liberteño que hubiesen sido una oportunidad para que las ciencias sociales se
involucre en temas importantes en la región.
De esa manera, se hubiese
rediseñado un proyecto de desarrollado basado en el repoblamiento de algunas comunidades que se
han venido extinguiendo tras la violencia política.
Por lo tanto, la violencia
terrorista en nuestro país no tan solo tuvo como epicentro Ayacucho, allí se
inició y se expandió en todo el país,
inclusive hubo acciones en el ande liberteño; 2) los más afectados
fueron los indefensos pobladores y habitantes, indígenas, campesinos, quechua hablantes;
3) muchos de ellos tuvieron que migrar y salir de sus lugares de orígenes con
destino a la capital de la región, para evitar ser asesinado o desaparecidos;
4) fueron las rondas campesinas las que enfrentaron a SL quienes pudieron
derrotarlo, trayendo la pacificación en su territorio; 5) la violencia que
vivió nuestro país no tan solo fue de “Sendero Luminoso” y del “MRTA”, también
provino de las Fuerzas Armadas y de la Policía que tuvieron el control de los
territorios alejados de nuestras ciudades, particularmente en las zonas andinas,
causando más de 60 mil personas fallecidas a lo largo de los casi 12 años de
violencia terrorista y guerra sucia.
La muerte de Abimael Guzmán, debe
significar un rechazo total y rotundo a la violencia venga de donde venga; que
permita la reconciliación y el derecho a una justicia social en favor de las
víctimas y de las poblaciones y comunidades andinas, que nunca tuvieron el
apoyo del Estado para generar desarrollo en sus territorios.
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